
Lo que resulta curioso es que hasta ahora siempre se ha dicho que fueron encontrados accidentalmente por un pastor beduino y de ahí se pasa a hablar directamente de como los científicos entraron a saco sobre los difíciles documentos y sus discusiones y debates sobre cronologías, significados y traducciones.
Pero no deja de ser curioso que el descubridor de las cuevas fuera un musulmán devoto, llamado Muhammad al-Dib, literalmente Mahoma el Lobo. Al parecer cuando encontró lo que encontró no fue tan diligente para ponerlos en manos de las autoridades, y lo que hizo fue comunicárselo a un colega para intentar vender el tesoro.
Intentaron vender el primer rollo por unas veinte libras esterlinas, hasta que casi por compasión un mercader cristiano se lo compró, comenzando un frenético trasiego de ese rollo y los demás entre mercaderes, beduinos, eclesiásticos de todo tipo, autoridades públicas y estudiosos y circulando por varios países en medio de conflictos, amenazas y múltiples riesgos de destrucción y robo.
Ahora finalmente se hallan reunidos en el Israel Museum de Jerusalén, pero es evidente que si ese Mahoma el lobo llega a haber sido un Mahoma el Zorro, la historia podría haber sido muy diferente y los textos haber sido pasto de las llamas (al fin y al cabo contradicen mucho de lo afirmado por el Corán)
Pudo más la codicia que los principios religiosos del lobo.