Winston Churchill oscilaba entre ambos polos con una facilidad inusual. Se le comentó lo sumamente humilde que era Atlee, su adversario laborista, y Churchill, sin cortarse un pelo, espetó: "Tiene razones para ello."
En otra ocasión, y tras haber sido sonoramente derrotado en las urnas, la reina se propuso condecorarle por los servicios prestados a la patria, y él, sonriendo, rehusó alegando que no le parecía apropiado que fuera premiado aquel a cuyos compatriotas le acababan de propinar tan fuerte puntapié.
Por mucho que digan los sabios orientales que hay que mantenerse en el justo medio, viendo lo sumamente difícil que es, se ve más factible el ir dando una de cal y otra de arena, para ir obteniendo una media más o menos aceptable.
Lo de Churchill que cuentas es una demostración de pura inteligencia.
ResponderEliminarMe recuerda a lo que contestó Unamuno cuando fue condecorado por Alfonso XIII. Unamuno le dijo al recibir la medalla que "era un galardón que se lo merecía", a lo que Alfonso XIII, molesto, le dijo que "todos los demás condecorados solian decir "que no lo merecían". Y Don Miguel le respondió : "Esos también tienen razón."
Como dijo Berlioz: Al menos tengo la modestia de admitir que la falta de modestia es una de mis carencias.
ResponderEliminar