Aunque actualmente se está produciendo algún que otro
rebrote, parece ser que lo peor puede llegar en otoño. Volverá el frio y la
coronavirus se sentirá revitaliza volviendo a la carga con bríos renovados.
Pero no deben esperarse los expertos a que lleguen los fríos
para saber qué va a pasar. Ahora mismo pueden hacer estudios fáciles y baratos
para saber qué va a pasar cuando bajen las temperaturas.
Ayer mismo estuve comiendo en un restaurante. En el exterior
hacía un calor del demonio, que seguramente tendría al virus subyugado y contra
las cuerdas, pero dentro del local el aparato del aire acondicionado iba por
libre teniéndonos a todos ateridos y echando de menos un buen abrigo.
Estoy seguro de que si en ese momento alguien infectado hubiera tosido
dentro, todos los allí presentes hubiéramos quedado contagiados ipso facto sin
necesidad de PCR que lo atestiguara.
Sugiero a Simón y su cuadrilla que en los nuevos contagios,
que sin duda se producirán, verifiquen si antes han estado comiendo o cenando
en un restaurante con aire acondicionado, esa arma letal silenciosa. Tendrían
mucho ganado.
Sirva como ejemplo el hecho de que en la televisión
retransmitían un partido, y cuando el árbitro paró el encuentro para que los jugadores se hidrataran para
recuperarse del calor, todos nos miramos sorprendidos pensando que se trataba
de veintidós locos de atar.
Nos esperan tiempos duros y peligrosos.
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