La Sentencia.

Hay que ir adelante, avanzar. Cuando te encuentres un traidor llámale traidor. Cuando te encuentres un ladrón, llámale ladrón. Cuando te encuentres un cobarde, llámale cobarde. Siempre adelante, hasta encontrar el sepulcro del hombre que nos va a rescatar en los luceros. Miguel de Unamuno.

lunes, 15 de julio de 2013

Esos funcionarios.

Está visto que lo de ser funcionario nunca ha tenido buen predicamento. Hace poco, leyendo un artículo sobre los asirios, he sabido que éstos eran especialmente crueles y sádicos con los pueblos vencidos.

Hay testimonios grabados en relieve de sus costumbres tras las victorias bélicas. A falta de vigencia de convención alguna sobre condiciones de guerra, acostumbraban a arrancar de cuajo las lenguas a los prisioneros.

A los que eran jóvenes, y por tanto con más probabilidades de rebelarse, se les quemaba vivos, mientras que los más talluditos eran empalados, desollados, cegados o se les amputaba manos, píes, orejas o narices.

Pero cuando sabían que alguno de los apresados era un funcionario, al parecer tenían especial predilección por someterle a una curiosa humillación. Tenían preparado una especie de collar de la que colgaban las cabezas de la familia real vencida. Entonces el funcionario debía desfilar con dicho ornamento para regocijo y gozo de los vencedores.

Y no creo que el funcionario al que su familia real le fuera antipática sonriera ante tal “castigo”, porque una vez finalizado su representación, era debidamente mutilado, desollado, cegado, quemado o lo que se terciaria.

Sin duda los asirios hacían con los funcionarios forasteros lo que deseaban para los propios, y los funcionarios asirios preferían que el populacho se desahogara con el funcionariado forastero antes que con el propio.

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