Trabajo en un edificio público
que consta de doce plantas por encima del suelo y tres por debajo del nivel de
la calle, y es curioso ver como los diferentes servicios se hayan dispuestos de
tal manera que el público que accede al mismo va encontrándose con los
trabajadores según entra en función de la categoría.
Jamás va encontrarse en primer
lugar con un trabajador de categoría A, B o incluso C, sino con los de nivel
inferior que tienen que hacer su cometido y a la vez perder mucho tiempo
explicando dónde están los lugares dónde quiere ir cada uno de los usuarios,
qué trámites previos debe hacer, y ello leyendo la confusa, desbaratada e
incompleta documentación que porta el que pregunta.
Cuando el cliente pasa ese
nivel ya llega al destino deseado, donde aún habrá de pasar dos o tres filtros
más antes de llegar a la mesa o ventanilla correspondiente donde realizar su
trámite (y donde el trabajador ya se encuentra con que mucha documentación superflua
ha sido descartada, o con que el que no aportaba la suficiente ha sido remitido
a su casa para completarla sin que él haya gastado un átomo de saliva)
Así que en lo más alto del
edificio tan sólo se hallan las más altas jerarquías. De hecho para pasar de la
planta 11 a la 12 no se puede subir por los ascensores que recorren todo el
edificio, sino que hay uno especial para una sola planta. Santa Sanctorum dónde
sólo deben acceder una ínfima parte de todos los visitantes diarios. La crème
de la crème.
Y puedo asegurar que cuando se
abren las puertas del centro por la mañana la avalancha que penetra por sus
puertas es imponente y me hace preguntarme en qué es lo que lleva a Marruecos a
colaborar más o menos con España para controlar y domeñar las ingentes
multitudes de indocumentados que llegan por el sur para acceder a la deseada
Europa.
Sabemos que la Gendarmería
Marroquí no tiene reparo alguno en controlar a estos elementos y devolverles
sin reparo a la casilla de inicio de esa especie de juego de la oca cruel en
que más de uno deja el pellejo.
Es de suponer que alguna contraprestación
debe recibir Marruecos, no sabemos si a nivel de Estado o simplemente un
sobrecito mensual que reciba su orondo rey. Pero no cabe duda que algo debe
haber cuando ese país siempre ha anhelado y le ha interesado el mayor
desbarajuste, caos y desgobierno de su vecino del norte. Y sin esa
colaboración, que no imaginamos desinteresada, las avalanchas de inmigrantes
asaltando Ceuta y Melilla sería el pan nuestro de cada día.
Se agradece, pero quisiéramos saber
qué se les da a cambio.
Y si además de qué se les da, no cuentan a quién, cuánto y todo eso, pues sería aún más de agradecer.
ResponderEliminarClaro que, no es menos cierto, que mucha gente, y me refiero a gente normal y corriente (también a los demás, claro), prefiere no saberlo, mirar para otro lado y dejar que otros hagan el trabajo sucio aunque sea pagando.