Recientemente he tenido que hacer uso del aeropuerto de Barajas, y ya se sabe cómo funciona eso. Trámite tras trámite y espera tras espera aún sin que medie retraso de por medio.
En una de esas esperas curioseé en el oratorio del aeropuerto. Espacio diáfano, aséptico y con una iluminación más digna de un quirófano que de un lugar de recogimiento y meditación. Folletos diversos y unos pocos libros. Absolutamente nadie allí. Para mí que el viajero que se mete en un lugar así está reconociendo que se tiene miedo, y eso nunca se puede reconocer, por lo menos cuando uno ni siquiera se ha puesto en manos del piloto. Supuestamente el lugar está dedicado a todo creyente, profese lo que profese.
Viaje de vuelta, aeropuerto de Gatwick, Londres. En la consabida espera encuentro un lugar similar. Me introduzco en él. Los mismos folletos, sólo que en inglés. Tal vez más libros, incluidos hindúes. Tampoco nadie en el lugar. Tal vez las capillas había que colocarlas en los mismos aviones.
Pero me llama la atención una puerta en lugar. Me acerco, y me encuentro con que hay un anexo sólo para musulmanes. Así que el lugar se divide en una parte para todo quisque creyente y otro para el Islam. Atisbo y veo que también está vacío.
Y vuelo a Madrid pensando en qué sucederá cuando dos musulmanes radicales hagan uso del lugar (y a fe mía que en Gran Bretaña los hay a raudales) Si son de ramas diferentes podrían odiarse a muerte y llegar incluso a las manos. Si son de la misma podrían ponerse de acuerdo y llegar a las manos con algún incauto ocupante del espacio anexo.
Más vale que en Barajas lo dejen todo cómo está actualmente.
No me había fijado en el de Gatwick, sí en el de Madrid y es cierto que no hay nadie allí.
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