Repelús.

En plena celebración de las fiestas de San Isidro en Madrid, fui a ver un espectáculo pirotécnico en el Parque del Retiro.

Era algo más elaborado que lo habitual, porque a la vez que estallaban los artificios, una potente música acompañaba los diferentes fuegos.

Comenzó la cosa con un toque de ópera muy breve mientras que lo grueso del espectáculo se iba preparando. Y de repente, fastuosamente un despliegue ingente de medios nos ofreció abundantes explosiones, surcos luminosos de todos los colores de todas las formas que la ciencia pirotécnica permite, y todo ello durante una buena cantidad de tiempo.

Pero lo que me llamó la atención es que a excepción de ese prólogo operístico, el resto de la música ofrecida fue exclusivamente rusa. Toda ella. De tal manera que había momentos en que uno no sabía si estaba en las fiestas de San Isidro en Madrid, o en la Plaza Roja de Moscú celebrando el Día de la Victoria.

Y también producía cierto repelús pensar que dado lo crecido que se halla Putin y sus seguidores, todo aquello no sería un anticipo de lo que nos espera si Putin se mete para el buche Crimea y continua por Moldavia y así hasta reconstruir la desmenuzada Unión Soviética si nadie le para los píes, y Mr. Obama no parece muy dispuesto de momento.

Había cerca de mí, entre el público, inmigrantes de clara procedencia de la Europa del Este, y que no parecían ser rusos, que mostraban evidentes síntomas de incomodidad. Tal vez fuera cosa del frío de la noche, pero teniendo en cuenta su procedencia y que la noche era primaveral, no parecía ser ese el motivo. Tal vez se estarían preguntando si tendrían que ver cosas que sus padres tuvieron que ver.