Abueletes.

Hay que ver con el desparpajo y rapidez con que Felipe González contestó al periodista que Alfredo Pérez Rubalcaba que ya debía abandonar sus responsabilidades gubernamentales. Lo malo es que a los jubilados no se les suele hacer mucho caso (véase lo que pasa con el padre de Homer Simpson) y el candidato ha contestado que ya sabe él decidir lo que es bueno o malo para él. Otra cosa es que sepa lo que es bueno para España, que eso ya es harina de otro costal.

Algo parecido sucede con Joaquín Leguina, que ahora parece que va por libre y critica sin cortarse un pelo del bigote todo lo que se le antoja de los desbarres del gobierno de Zapatero. Pero claro, es que él no tiene nada que temer, cuando su poltrona dependía del placet de partido no decía ni mú.

En la Derecha parece que ha sucedido en menor medida, aunque alguna que otra salida de tono sí que han tenido Aznar a don Manuel Fraga Iribarne. Y estamos a la espera de ver cómo responde el rey cuando se decida a dejar el trono y dejar el cetro al becario Felipe.

En cambio miles y miles de abueletes españoles a diario no abren la boca, y sobre todo ahora que llegan las vacaciones y pueden acabar en una residencia, o peor aún, en casos extremos abandonados en una gasolinera de una carretera nacional o en la sala de urgencias de un hospital.