Estadísticas.

En fútbol cuando al entrenador del equipo más malo se le dice que jamás ha ganado al contrincante, que además  suele recibir de él apabullantes palizas y que nadie da un duro por él, suele salir con aquello de:
-"Bueno, las estadísticas están para romperlas"

Y aunque luego el resultado sea el esperado y acostumbrado, uno no deja de sentir cierta simpatía por la rebeldía que demuestra todo aquel que se rebela contra la fría dictadura de los números.

Uno se pone en la piel de un joven que siente ese ímpetu rebelde y comprende la tesitura ante la que se encuentra cualquier joven que esté estudiando.

O se rebela contra esa dura cifra que dice que sólo uno de cada cuatro estudiantes logra acabar los estudios universitarios o contra aquella otra que dice que actualmente sólo uno de cada cuatro matrimonios no acaba en ruptura.

Tal vez lo que suceda es que esas dos estadísticas están más estrechamente relacionadas de lo que parece.

No hay duda que un matrimonio engrasado con ingresos fijos y estabilidad siempre tendrá más probabilidades que aquel en que el paro irrumpe con siniestra periodicidad y en los que las cenas están salpicadas con conversaciones sobre gastos, facturas e impagos.