Crimea.

De nuevo ha vuelto a suceder. Las reglas de la Democracia se aplican o no en función de quién debe padecerlas. Sucedió en Egipto, Honduras, y otros tantos lugares, y de nuevo sucede ahora en Ucrania. Sorprenden las imágenes donde sólo se ve en las calles manifestarse a los partidarios de que el presidente electo del país sea depuesto. Todo ello rematado con las imágenes de la mansión de Yanukovych, que al parecer vivía en la opulencia y el lujo pero que no por ello dejaba de ser un presidente electo.

Y si era electo, también tendría sus electores, y deberían ser más que los opositores. Al menos en teoría.

Por que no creo que la península de Crimea suponga tal vivero de votos prorusos como para ser tan determinantes. De todas maneras no sería la primera vez en que Crimea se convierte en escenario de una guerra. Y ya en 1853 se dieron a base de bien rusos contra británicos, franceses, turcos y soldados del Reino de Piamonte-Cerdeña (que sin duda se preguntarían qué pintaban ellos ahí)

 

Y si entonces el motivo (al menos en teoría) fue el trato a los peregrinos ortodoxos y católicos en Jerusalén, y que sin duda puede parecer de lo más peregrino, esta vez andan por medio una base militar rusa, el suministro de gas a toda Ucrania, los intereses de la Comunidad Europea apoyando a un bando y la todopoderosa Rusia detrás de los rusoparlantes de la Ucrania oriental. Y menos mal que de momento no parece que los EE.UU. muestren demasiado interés en meterse como un elefante en una cacharrería como suele.

 

Habrá que seguir esperando.