Tópico navideño.

Otro clásico de la Navidad.

Mientras en la inmensa mayoría de las casas se empieza a preparar la cena, la gente ya va trasegando y picoteando todo lo que pillan a mano y besuqueando a los que van llegando, el rey aparece en las pantallas pronunciando su discurso navideño.

Pero no es el momento. Lo normal es que el personal no se fije en nada de lo que dice (en ocasiones hasta se ha bajado el volumen del aparato) salvo en el anillo que luce, quien figura en la foto o lo bien o mal que le sienta la corbata.

Al día siguiente tampoco hay periódicos que resuman todo lo que dijo, y que generalmente difiere poco de lo del año anterior, y sólo queda ver fragmentos por televisión.

Pero lo que no falla es la respuesta de los políticos al discurso. Los socialistas y populares indefectiblemente se verán sus tesis respaldadas por el discurso real (debe ser que las tesis son muy parecidas), los de izquierda unida se empeñan en un ni sí ni no, sino todo lo contrario, y los nacionalistas moderados en hacer una crítica descafeinada que no suene a radical pero tampoco a sumisión. Tampoco sería raro que ya tuvieran preparada  todos ellos el comentario incluso antes de escuchar el discurso. Y es que suponemos que por motivos de trabajo todos ellos habrán grabado el discurso para saber de qué va.

Por aquello de darle más mordiente el año que viene yo propondría el poder mandar mensajes para que aparezcan en pantalla (seguro que con eso financiamos la Casa Real todo el año), emitir el discurso del año pasado a ver quién se da cuenta, poner publicidad en la foto que acompaña al monarca (con eso financiamos cinco años), colocarle una copa en la mano para dar una imagen más campechana o que sea Letizia quien aparezca en pantalla (así no olvida viejos tiempos y queda todo más profesional)