A menudo se tiene que oír cómo se critica la moral
estadounidense al enjuiciar a sus políticos. Se suele decir que el elector
estadounidense adolece de una gran hipocresía por estar más pendiente de si un
candidato es adúltero, mentiroso con su familia o fumó porros en su juventud
que si roba en su cargo, enchufa a sus amigos o miente a todo el electorado.
Tal vez esos críticos no se han planteado que tal vez lo que
sucede es que nuestros políticos se dedican tanto a robar, enchufar y mentir,
que no queda tiempo para poder ver si los políticos patrios son adúlteros,
engañan a su familia o se drogaron (o se drogan), y puede ser que los políticos
de allende los mares al ver que se les controla en esos aspectos tan íntimos y
personales tienen más reparos para robar en su cargo, enchufar o mentir.
Y es que el problema es que muchos para valorar la política
de Estados Unidos recurren más a Hollywood que a los medios de comunicación más o menos
serios.
Y puestos a ser prácticos, al elector que un político engañe a su mujer o fume porros no le cuesta ni un dolar, pero el que nuestros políticos tengan como vicio recurrente el robar, enchufar o ser sobornados sí que cuesta al elector unos cuantos euros.
Esta caterva es puritana en lo que le conviene y compresiva en lo que le va bien. Crítica con el despacho oral de Monica Lewinsky y permisiva con la ablación, por ejemplo.
ResponderEliminarRecuerdo el comentario sobre el burka de Llamazares, tiempo ha, diciendo que era una cuestión de costumbres, o cómo salen las féminas de izquierda en tromba ante las manifestaciones del imán de Tarrasa, que, dicho sea de paso, ya debería estar volando hacia su tierra por indeseable.
Tienes razón: abunda bastante la hipocresía en la clase política, pero, aunque se lleve la mayor tajada, no es solo patrimonio de la izquierda.
Una cosa buena tienen, se fijan en las promesas de los candidatos y exijen su cumplimiento.
ResponderEliminarYo creo que el que pone cuernos a su mujer, puede ponérselos también al elector. O sea no es una cuestión de moralinas, solo una conclusión lógica a efectos prácticos.
El alcalde de Nueva York de años atrás, Guliani; logró reducir la delincuencia y el crimen a sus mínimos en una ciudad que se estaba haciendo peligrosa. ¿Cuál era su método? Pues tolerancia cero. Se castigaba todo tipo de delito, empezando con el robo de una bici o una barra de pan y acabando por los más graves, corrupción, etc. Su filosofía era que si no castigabas lo nimio como determina la ley, estabas dando pie a que el chaval que robaba una bici la próxima vez sería una joya en una joyería y más tarde un banco.
ResponderEliminarEn España compartimos ese humanismo bobalicón de no castigar pues hay que redimir. Somos lamentablemente cobardes e hipócritas. Los americanos nos dan mil vueltas todavía.