A veces puede parecer que eso del diseño gráfico es algo fácil, pero nada de nada. Una cosa es que se te ocurra algo, y otra que te encarguen algo y que por más que gastes lápiz, papel y neuronas, no se te ocurra nada.
Ayer me encontré con el cartel con que ilustro este post. Se halla en el Parque de Atracciones de Madrid. Y supongo que el ilustrador lo tuvo fácil cuando tuvo que pergeñar el icono de minusválido, mejor dicho, tiro de lo fácil y consabido.
Lo mismo se puede decir del que indica que tienen facilitado el acceso a los ciegos, y de paso a los ancianos.
Me llamó la atención la oreja, y es que no sé por qué motivo un sordo no puede soportar una cola como todo el mundo. Visto así, ¿por qué tendría que aguantar la larga espera un mudo? O todo o ninguno podría decir con razón.
Pero el que más me llamó la atención fue esa especie de cabeza adornada con una sonrisa. Lo primero que pensé es que me encontraba con un claro caso de discriminación positiva. Porque ¿quién se atreve a sostener que lo que le sugiere el dibujo en primera instancia es un negro (perdón, hombre de color)? Esos puntitos en la coronilla a mí me sugieren unos rizos de lo más encrespado.
Pero luego deduje que el diseñador había recibido el encargo de pensar en algo que hiciera entender a todos que los discapacitados mentales tenían vía libre en la atracción. Y eso fue lo que se le ocurrió.
Y es que el encargo no era nada fácil.
Claro que, y más por estas fechas, más de uno pensar que eso de una cabeza coronada con puntos suspensivos significa que presentando al encargado un boletín de notas repleto de suspensos uno tiene vía expedita. Eso sí, suspenso pero feliz (que para eso está la sonrisa de la imagen)
Podía haber puesto la foto de alguno en el que todos pensamos.
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