Es más que probable que repentinamente algún satélite que gira incansable alrededor del globo observe una gran columna de humo surgiendo de la península ibérica. También es de suponer que se enciendan las alarmas internacionales, pensando que nuevamente estemos ante una gran incendio o, incluso peor aún, ante el surgimiento inusitado de un volcán que ha comenzado a arrojar lava desde las entrañas de la tierra.
Al enfocar ese sátelite y otros que se le unirán a España, comprobarán que esa columna estará brotando justamente de Mérida, capital de la comunidad extremeña.
El gobierno nacional recibirá llamadas alarmadas preguntando a qué se deben tales fumaradas.
Y Zapatero, o probablemente Pérez Rubalcaba, que al fin y al cabo es el que tiene la sartén por el mango, llamará al gobierno en funciones extremos, y la pregunta que dirigirá al presidente autonómico saliente será:
"¿Cómo que los destructores de papel se los llevaron los consejeros para que sus hijos hicieran los deberes del colegio? ¡Esas máquinas eran para situaciones como ésta! ¡Sólo a vosotros se os ocurre quemar todos los papeles comprometidos en un vertedero! Se nos van a echar encima hasta los de Greenpeace.
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