Está claro que por mucho que Turquía pretenda hacerse pasar por europea, son muchas las cosas que nos separan y diferencian.

No es de recibo que al día siguiente de un golpe de estado que se supone inesperado para el gobierno, de hecho el presidente turco estaba de vacaciones en ese momento, y una vez caídos los golpistas, ya estaban preparadas las listas de militares, jueces, periodistas, jueces y demás funcionarios, y no sólo eso, sino también el dispositivo necesario para localizarlos (si el presidente estaba de vacaciones, se supone que muchos de ellos también lo estarían), destituirlos sin más, nada de procesos, expedientes, recursos y demás usos acostumbrados por aquí. Todo con la máxima celeridad.
Y además están empezando a llegar imágenes de maltratos sufridos por los detenidos a manos de elementos civiles, que no civilizados, y permitidos por los que les custodian.
Erdogan no se ha encontrado con un regalo de Alá como afirma, simplemente él se lo ha cocinado, y él se lo está comiendo.