Cómo se quejan los políticos nacionales cuando deben pactar con aquellos que tienen a su derecha e izquierda. Todos ellos desearían gozar de mayorías absolutas o en todo caso disfrutar de socios que fueran sucursales de sus organizaciones, como suceden en Alemania entre la CDU alemana y la CSU bávara.
Pero no, tienen que lidiar con otros
grupos siempre celosos de que los otros aliados influyan más y se lleven más
prebendas, como le sucede al P.P. cuando tiene que hacer encaje de bolillos
entre Ciudadanos y Vox; o el PSOE hilando fino entre Unida Podemos y los
diversos grupos independentistas en el Congreso.
Pero nada comparable a lo de
Israel. Allí el incombustible Netanyahu ha ganado las elecciones, pero no con
la suficiencia deseada, y ha de buscarse socios de gobierno, y para ello tendrá
que incluir nada menos que al ultraderechista Itamar Ben Gvir, al nacionalista
Naftali Benet y al islamista Mansour Abas. Vamos, que cada vez que se celebre
un consejo de ministros, van a tener que pasar previamente por un detector de
armas. Y encima con el condicionante que Netanyahu no se puede permitir perder
el poder, porque si eso sucediera el señor Primer Ministro tendría que afrontar
varias causas judiciales que tiene pendientes. Eso sí que es angustia postelectoral
y lo demás tonterías.