Jornada I
Con el presupuesto muy deteriorado por una estancia playera
en Almería, se me plantó qué hacer con el resto de las vacaciones anuales (que
visto lo visto pueden ser las últimas en mucho tiempo)
Así que tomamos la tienda de campaña, el coche y a
internarse por el Alto Aragón.
Justo el día antes de partir zapeando encontré en National
Geographic un documental sobre el Campamento Restrepo, el destacamento del
ejército USA más internado en la zona dominada por los talibanes. Llamado así
en memoria de un soldado con ese apellido caído ahí mismo. Un soldado hacía una
crónica del día a día en ese lugar, y algo así decidí hacer con este viaje.
Total, luego cuando vuelves tienes que contar a todo el
mundo cómo te ha ido el viaje, así escribiéndolo día a día pierdes menos
detalles y con entregar una fotocopia, colgándolo en el blog y mandándolo por
correo electrónico, todo solucionado.
El primer día me llamó la atención un empleado de gasolinera
en tierras sorianas. Despotricaba el buen hombre de los bancos, de sus
artimañas y de que encima les paguemos entre todos las deudas cuando las cosas
les salen mal. No se daba cuenta de que en ese momento el atraco me lo estaba
perpetrando él a mí, encima con todas las de la ley. Y además tenía tras de mí
una buena serie de sufridos conductores para sufrir el mismo doloroso
tratamiento.
Tomando algo en el área de servicio, el camarero mientras
mira el aparato de T.V. propone como remedio de todos los males públicos
fusilar sin dilación a todo político que ve apareciendo en la pantalla, sin
distinción de ideología, sexo ni edad.
Estaba visto que estábamos ante un nihilista dispensador de
cerveza, café y plomo a partes iguales. Bueno, de cerveza y café no tanto,
porque con tanta disposición acerca de lo que haría si él fuera presidente nos
dejaba a los apostados en la barra bastante desatendidos.
Estaba visto que la eficacia
que pedía a los profesionales de la política no se la aplicaba a sí
mismo. Y viendo los rostros de los clientes, diría que más de uno le deseaba
similar ración de plomo.
Y mientras salía del área descansado y listo para reanudar
el viaje, pensando que yo debía ser el único trabajador eficiente y ciudadano
cumplidor del país, y por tanto con pleno derecho a vacaciones, me sorprendí a
mi mismo regocijándome ante la idea de que cuando volviera al trabajo, mi jefa
continuaría con su descanso veraniego, y por tanto me esperaba una reentrada de
lo más pausada, dosificada, relajada, y con un horario de lo más flexible y
recortado.
Al fin y al cabo, todos iguales. ¡Plomo para todos!