Antes que nada hacer saber que no tengo la más mínima intención de celebrar Halloween ni nada que se le parezca.
Para mí es un festejo donde no se me ha perdido nada y en la que de unos años a esta parte muchos empresarios han visto un filón más.
Sé que en cuestión de horas las redes se llenarán de mensajes abominando de esta fiesta, tachándola de foránea, pagana y extranjerizante.
Sin embargo ayer leí unos datos que me llevaron a pensar.
Por ejemplo, son muchos que la costumbre de adornar las afueras de las casas con calabazas vacías en las que se han introducido velas, es de origen celta. Difícil, puesto que de la calabaza nada se sabía hasta que América fue descubierta. Mal lo iban a tener los celtas.
Muchos (yo incluido) se negarán a dar dulces a los niños que vayan puerta por puerta pidiéndolos, pero en el siglo XI ya era costumbre que fueran pidiendo “tortas de alma”, una especie de panes dulces, si se les entregaban rezaban por las almas de los difuntos de aquella casa. Un chantaje en toda la regla.
Y si hablamos del negocio que suponen para bares, tiendas de disfraces y establecimientos de repostería, que alguien se pase por la puerta de un cementerio preguntando por el precio de un ramo de flores de lo más normalito.
Ahora, espero que a nadie le dé por mezclar ambas tradiciones. Visitar un cementerio a última hora de la tarde disfrazado de cadáver puede ser de los más contraproducente.