Uno puede estar más o menos a favor de algo o en contra de la Constitución, del régimen actual y hasta del Capitalismo que mamamos desde que nacemos hasta que morimos.
También cabe no tener opinión formada con respecto a muchas cosas, hay tantas que es imposible de todo punto posicionarse en todas las disputas que se dan a lo largo del tiempo.
Pero también está claro que hay algunos asuntos sobre los que conviene t
ener alguna noción, se esté a favor, en contra o se sea indiferente. Más que nada porque se nutren con nuestros impuestos, y no está de más que cuando despotriquemos con el saqueo anual de Hacienda, sepamos que estamos financiando involuntariamente con nuestros dineros.
Poco a poco, aunque sólo sea por los informativos de televisión y los periódicos gratuitos, la ciudadanía va captando más o menos en qué consiste la Constitución, cómo se aplica o se trata de aplicar y acerca de la existencia de varios modos de interpretarla. Va costando, pero se va consiguiendo.
Pero en lo que andamos totalmente ignaros, perdidos y confusos es acerca de en qué consiste la Comunidad Europea, sus instituciones y cómo funcionan. Ahí sí que queda bastante por hacer, y eso que el Brexit, con todo lo que ha movido, arrastrado y generado, ha hecho que la Sociedad haya puesto un poco de interés en el asunto.
Un ejemplo: El estupor que produce hallarse ante al Atomium, en Bruselas, y escuchar a un compatriota, todo convencido, decir que, ahora que los ingleses se han ido (hablar de Reino Unido sería demasiada precisión técnica) tendrán que quitar una bola, y ver que los que le rodean asienten preocupados.
Mucho queda por hacer.