Subía las escaleras del metro
junto unos cuantos viajeros, cuando una niña de unos cuatro años bajaba las
mismas dando brincos.
Un poco más atrás, su joven
madre, le decía a gritos que fuera junto a ella, que no se separara.
A ello, la mocosa tuvo a bien
responder: “No pienso hacerte ni p*** caso.”
Una señora mayor que iba delante
de mí, le dijo suavemente a la niña:
-¿Pero quién te ha enseñado a
hablar así?
Ante ello, la madre, sin duda
pensó que debía dar muestras de su autoridad sobre la saltarina, y con la mayor
firmeza y coraje soltó por su boca:
-¡Te voy a dar una ho**** que te
voy a dejar la cabeza estampada en la pared!- Y ambas continuaron su bajada,
eso sí, a distintas velocidades.
Los que subíamos, viendo el soponcio de la anciana, nos quedamos
dudando si llamar directamente a una ambulancia del SAMUR o ser más diligentes
y hacer uso de esos desfibriladores que han instalado en todas las estaciones y
que ninguno de los presentes íbamos a saber usar.
Habla con corrección y
probablemente los que te rodean ni lo apreciarán ni se contagiarán de tu buena
expresión.
Habla con incorrección, con
exabruptos, tacos y a destiempo, y tu vocabulario se extenderá como una mancha
de aceite.