Cuando ya se sabe cómo ha quedado
más o menos la distribución de los escaños observo que al margen de la subida
del P.P. a costa de la bajada del P.S.O.E., ha bajado la abstención pero se han
incrementado los votos nulos.
Esta categoría siempre me ha
llamado la atención. No se trata de la mera y cómoda abstención, que sólo pide
quedarse en casa y no asomarse por el colegio electoral. Entraría dentro del
ámbito del voto en blanco, que para decir que se está de acuerdo con el sistema,
pero que de todo lo presente nada apetece. Algo así como el tío que va a la
discoteca, echa un ojo a lo presente, pero no se mueve de la barra porque ninguna
le llama la atención.
El voto nulo supone el acercarse
al colegio, buscar qué mesa te toca y votar conteniéndose la risa al ver a los
ciudadanos que resignados van registrando a los votantes, así como a los
apoderados, que, cual comisarios políticos, van velando por los intereses de su
formación. Aparte existe la premeditación de cómo confeccionar el voto. Ya que
ha de penetrar en la urna sin despertar sospechas. Desde la llegada de la informática es más que
fácil el confeccionarse una lista al gusto del consumidor, haciendo figurar
todo tipo de personajes, intentando hacerla lo más parecida a las reales para
despistar a los que hacen el recuento.
Hay el método rápido de tachar, o
colocar alguna frase expeditiva, pero eso es ponérselo fácil a los que la han
de eliminar. Lo de incluir la rodaja de chorizo se puso de moda con lo del
15-M, pero parece como demasiado fácil, y el agregar el escupitajo es, aparte
de una cerdada, una desconsideración a los ciudadanos que abren las papeletas,
y que en realidad en su mayoría están contra su voluntad.
El destino de esas papeletas es
ser destruidas junto a las válidas, pero sería interesante, aunque hacer una recopilación de las más originales,
curradas y saber si alguna vez un voto con intención de ser considerado nulo,
llego a ser legitimado, aunque eso es como pretender saber si alguna vez se
produjo el crimen perfecto.