
Se lee estos días que varias ciudades europeas no han colocado árboles de navidad para no ofender a sus ciudadanos musulmanes. Inmediatamente pienso en cómo es la decoración navideña en mi ciudad para ver si es una táctica que se haya llevado también a cabo por el gobierno municipal.
Y me encuentro con que en el ayuntamiento el nacimiento se ha reducido sustancialmente, de tal manera que pasa desapercibido, pasando de haber colas para verlo a estar tan desprovisto de público que bien podrían adornarlo con esos matojos rodantes que a menudo se ven en las películas del Lejano Oeste.
Claro que ya se encargó Gallardón durante su mandato municipal de descargar a la decoración navideña de la ciudad de toda connotación religiosa, de tal manera que cualquier ciudadano, musulmán o no, no sabrá ni por asomo que es lo que conmemoran esas luces tan extrañas.

Y como remate nos encontramos con unos remedos enormes de árboles de navidad, pero que tan sólo son unas estructuras cónicas, que difícilmente pueden asociarse a la Navidad.
Lo que me pregunto es qué se inventarán las diversas juntas municipales para pedirle dinero a los establecimientos para financiar la iluminación que supuestamente favorecerá sus transacciones (incluidas la de los comerciantes musulmanes a los que seguramente ni se intentará pedir que aporten algo)
Tal vez les iría mejor a los empresarios que colocaran pequeños nacimientos en sus escaparates. Así el público atraído por ellos podría ver sus mercancías en detrimento de los que no lo hicieran. Y a mayor esfuerzo, mayor recompensa.