Ayer mismo un amigo se indignaba porque se hubieran
propagado las imágenes del vicepresidente del gobierno comprando en un
supermercado sin mascarilla ni guantes. Me argumentaba que ninguna ley
prescribe como obligatorio el uso de esos elementos de protección.
Le hacía notar que los medios que habían dado la noticia en
ningún momento hacían referencia a esa obligatoriedad. Simplemente constataban algo que había
sucedido en un sitio público.
Me respondía que era triste que un periodista se rebajara a
tal menester, pero no se daba cuenta que las fotos estaban tomadas por un
ciudadano cualquiera, evidentemente contrario ideológicamente a Iglesias, y que
había tenido a bien regalar esas imágenes a todo el país.
Algo distinto a los paparazzi que actualmente están
apostados a la caza de la imagen de un
famoso y algo bastante parecido a la toma de imágenes de Rajoy saltándose el
confinamiento, porque si fueron tomadas por un equipo de periodistas que le
acechaban, a ver qué servicio esencial era ese, y si había sido alertado por un
vecino del gallego, estaríamos en un caso similar al sucedido en Galapagar.
Pero a nadie le gusta cuando le administran su
propia medicina.