La Sentencia.

Hay que ir adelante, avanzar. Cuando te encuentres un traidor llámale traidor. Cuando te encuentres un ladrón, llámale ladrón. Cuando te encuentres un cobarde, llámale cobarde. Siempre adelante, hasta encontrar el sepulcro del hombre que nos va a rescatar en los luceros. Miguel de Unamuno.

domingo, 26 de abril de 2020

Donde las dan, las toman.


Ayer mismo un amigo se indignaba porque se hubieran propagado las imágenes del vicepresidente del gobierno comprando en un supermercado sin mascarilla ni guantes. Me argumentaba que ninguna ley prescribe como obligatorio el uso de esos elementos de protección.

Le hacía notar que los medios que habían dado la noticia en ningún momento hacían referencia a esa obligatoriedad.  Simplemente constataban algo que había sucedido en un sitio público.
Me respondía que era triste que un periodista se rebajara a tal menester, pero no se daba cuenta que las fotos estaban tomadas por un ciudadano cualquiera, evidentemente contrario ideológicamente a Iglesias, y que había tenido a bien regalar esas imágenes a todo el país.

Algo distinto a los paparazzi que actualmente están apostados  a la caza de la imagen de un famoso y algo bastante parecido a la toma de imágenes de Rajoy saltándose el confinamiento, porque si fueron tomadas por un equipo de periodistas que le acechaban, a ver qué servicio esencial era ese, y si había sido alertado por un vecino del gallego, estaríamos en un caso similar al sucedido en Galapagar.  

Pero a nadie le gusta cuando le administran su propia medicina.

lunes, 20 de abril de 2020

Nubarrones.


Está visto que de nada sirve que existan diversos medios de comunicación si al final el discurso es el mismo.


Cada día están muriendo centenares de españoles por coronavirus, unos reconocidos a regañadientes por la Administración, y otros atribuidos a otras causas o a ninguna. Y mientas tanto las televisiones en vez de prometer sangre, sudor y lágrimas, nos intentan hacer creer que el paraíso ya está a la vuelta a la esquina, que todo va a ser como antes. Solo les falta añadir que hasta los muertos resucitarán.


Y si cuando están muriendo medio millar de ciudadanos cada día hablan de rebajar el confinamiento, no quiero ni pensar lo que va a ser la relajación que va a provocar en la población. Viendo inminente el final la cuarentena se va a convertir en el coño de la Bernarda. Me veo a las fuerzas de seguridad como los pobres soldados de la RDA que pretendían contener a los alemanes que querían echar abajo el muro y visitar la RFA. Lo malo es que me  mucho me temo que todo esto nos va a meter a muchos en un peligroso campo de minas que muchísimos no van a ser capaces de atravesar, y es que lo peor está por llegar nos guste o no.

domingo, 12 de abril de 2020

De perros.


Reconozco que no soy muy devoto de la costumbre de aplaudir la labor de los sanitarios, limpiadores de hospital, Fuerzas de Seguridad, transportistas, reponedores de supermercado, niños confinados, autónomos, etc. Y pongo etc. porque seguro que algún colectivo me dejo en el  tintero. Tampoco lo denuesto, porque viendo las razones de sus críticos, tampoco veo fundamentos sólidos para oponerme, así que opto por una solución intermedia: salgo a la terraza, pero no aplaudo. Mientras este sea un país libre, que cada uno haga lo que quiera dentro de los límites del Estado de Alarma.
Hace poco leí que muchos propietarios de perros se han quejado de los aplausos porque los animales se sienten molestos, desconcertados y confusos. Supongo que tampoco es tan difícil durante esos cinco minutos mantener el perro en casa y dejarlo en algún lugar alejado de las ventanas.  Pero, claro, siempre queda más in quejarse y reclamar algo, por muy disparatado que sea.

Recuerdo la que se lió cuando Excálibur, el perro de la auxiliar de enfermería  que podía estar contagiado de Ébola fue sacrificado. El país se levantó prácticamente en armas y la popularidad de Rajoy voló en pedazos.

Ha tenido suerte Sánchez al constatarse que los perros no pueden contagiarse del coronavirus. Si hubiera sido al revés y fuera conveniente el sacrificio de perros, la sangre correría por las calles y seguramente no se trataría de sangre canina. Esperemos que al maldito virus no le dé por mutar y hacer posible tal hipótesis.

domingo, 5 de abril de 2020

Raro bicho.


Extraño, sumamente extraño es el dichoso virus que anda asolando casi todo el  mundo.  Y digo casi porque con su antojadizo comportamiento este virus se distingue curiosamente de sus primos, en el supuesto de que los virus y bacterias tengan establecidos parentescos.

De momento es enigmático su origen. Parecería claro y obvio su origen, ya que surgió en un punto concreto de China, aunque el gobierno comunista tras reconocer el mea culpa, tuvo algún que otro intento de echarle la culpa a los Estados Unidos. Pero es de suponer que si la CIA, que es la que siempre se encarga de los trabajos sucios, quisiera perjudicar a los chinos, lo hubiera hecho en Pekín u otra ciudad de más enjundia, no en Wuhan que ostenta menor categoría, aunque cualquier ciudad china no deja de tener una población considerable. Recuerdo que un informativo se llegó a calificar de aldea una población de más de 20.000 almas.

Pero lo que parece extraño es que el coronavirus, después de machacar Wuhan, hizo las maletas y se dedicó a viajar por todo el mundo sembrando muerte y destrucción mientras respetaba el resto de China e incluso, según las cifras oficiales, dejaba de propagarse y de matar.  Raro muy raro.
Ahora el virus está machacando todas las economías y permite a los chinos exportar su material sanitario, de mejor o peor calidad según lo que se pague, hacer propaganda de lo bueno que es su gobierno, después de liar la que han liado, y seguramente haciendo cábalas para comprar a pelo puta las miríadas de empresas que se van a ir a la ruina.

Eso por no hablar de sí “casualmente” el algún laboratorio chino alguien con bata descubre la vacuna que erradique al bicho.