Extraño, sumamente extraño es el
dichoso virus que anda asolando casi todo el
mundo. Y digo casi porque con su
antojadizo comportamiento este virus se distingue curiosamente de sus primos,
en el supuesto de que los virus y bacterias tengan establecidos parentescos.
De momento es enigmático su
origen. Parecería claro y obvio su origen, ya que surgió en un punto concreto
de China, aunque el gobierno comunista tras reconocer el mea culpa, tuvo algún
que otro intento de echarle la culpa a los Estados Unidos. Pero es de suponer
que si la CIA, que es la que siempre se encarga de los trabajos sucios,
quisiera perjudicar a los chinos, lo hubiera hecho en Pekín u otra ciudad de
más enjundia, no en Wuhan que ostenta menor categoría, aunque cualquier ciudad
china no deja de tener una población considerable. Recuerdo que un informativo
se llegó a calificar de aldea una población de más de 20.000 almas.
Pero lo que parece extraño es que
el coronavirus, después de machacar Wuhan, hizo las maletas y se dedicó a
viajar por todo el mundo sembrando muerte y destrucción mientras respetaba el
resto de China e incluso, según las cifras oficiales, dejaba de propagarse y de
matar. Raro muy raro.
Ahora el virus está machacando
todas las economías y permite a los chinos exportar su material sanitario, de
mejor o peor calidad según lo que se pague, hacer propaganda de lo bueno que es
su gobierno, después de liar la que han liado, y seguramente haciendo cábalas
para comprar a pelo puta las miríadas de empresas que se van a ir a la ruina.
Eso por no hablar de sí “casualmente”
el algún laboratorio chino alguien con bata descubre la vacuna que erradique al
bicho.
Hay muchas cosas alrededor de esta pandemia que invitan a especular.
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