La Sentencia.

Hay que ir adelante, avanzar. Cuando te encuentres un traidor llámale traidor. Cuando te encuentres un ladrón, llámale ladrón. Cuando te encuentres un cobarde, llámale cobarde. Siempre adelante, hasta encontrar el sepulcro del hombre que nos va a rescatar en los luceros. Miguel de Unamuno.

martes, 26 de noviembre de 2019

Orillando la verdad.

Con razón se dice que la historia se repite. Hace unos años, Javier Cercas publicó un libro, El impostor, sobre un español que se hizo pasar por superviviente de los campos de concentración nazi. Gracias a ello estuvo presente en congresos, actos de todo tipo y presidiendo asociaciones, todo ello hasta que se descubrió el pastel y tuvo que reconocer su mentira.

Al parecer no lo hizo por afán de lucro sino principalmente por el deseo de figurar, y bien que lo consiguió, incluso después de que destapó todo.

Y ha vuelto a pasar. El martes le prepararon una encerrona a Ortega Smith en un acto contra la violencia de género. Fue increpado con dureza por una marroquí en silla de ruedas, también presidenta de asociación, presente en todo tipo de actos y por tanto percibiendo ayudas, subvenciones y donativos.

Pero esta vez todo ha sido más rápido, cosas de la tecnología que permite acceder a la información mucho más rápido que en el caso anterior. Y se ha descubierto que la minusvalía de la marroquí no era producto de la violencia de género, que se la provocó su cuñado, iraní, en una trifulca no muy aclarada, que ha estado rozando la cárcel por chanchullos de drogas y que la finalidad de su actividad actual es favorecer exclusivamente a mujeres marroquíes y lograr que los jóvenes magrebíes residentes en España reciban su educación según la cultura de su país de origen. Como se suele decir, la han pillado con el carrito del helado, aunque como de costumbre es de suponer que la verdad quedará nuevamente orillada.

Por cierto, que los de Vox se busquen otros maquilladores, tras el espectáculo las imágenes de los otros políticos eran normales, mientras que la de Ortega brillaba hasta hacer daño a los ojos pareciendo que estaba sudando con profusión. Y algo así hizo perder a Nixon su debate con Kennedy.

martes, 19 de noviembre de 2019

Paradojas.

Andan los de Éxodo, revista que defiende con uñas y dientes todo lo relacionado con la Teología de la Liberación y todo a mayor gloria de Jorge Bergoglio, intentando combinar su visión marxista de la Biblia con la dura realidad, y lo curioso es que a menudo enternece ver cómo sus encajes de bolillos les lleva a superar lo insuperable.

En uno de sus últimos números defienden la vuelta de la institución del Jubileo al mundo, esa ley por la que cada siete años se perdonaban todas las deudas y cada 50 años se volvían a repartir las tierras entre todas las tierras de Israel (Levítico 25:8-19), instituciones que debieron caer pronto en desuso porque acreedores y compradores, conociéndolas, las tendrían en cuenta a la hora de hacer sus transacciones. De hecho en el moderno estado de Israel no se sabe que consten en sus códigos de leyes.

Pero en las páginas de esta revista, y protegiendo a capa y espada todo lo que sea en favor del inmigrante, legal o ilegal, habla de que Jehová llamó para su misión al emigrante Abraham, aunque lo cierto es que cuando lo llamó él estaba pacíficamente establecido en su tierra, y no se movió ni por motivos económicos ni de persecución.

Pero combinando ambas propuestas, me pregunto cómo defenderían los redactores de la revista la conclusión lógica de que toda tierra comprada por inmigrantes deberían ser devueltas por estos a sus vendedores una vez transcurridos los 50 años de rigor. Sería una triste paradoja.

martes, 12 de noviembre de 2019

Harina fina.


No hay nada nuevo bajo el Sol, es algo evidente. Incluso las cuestiones éticas acerca de lo que se debe o no comer no son de ahora. Ya la Biblia habla de comidas puras e impuras, papel que ahora parecen haber asumido los veganos.


Una de esas peliagudas cuestiones ya surgió en 1595, concretamente en París. La ciudad se hallaba asediada y sus habitantes la estaban pasando canutas ante la carencia de alimentos, y en tal tesitura se sugirió por algunos, los más hambrientos y desesperados, meterse en un cementerio, molerlos hasta convertirlos en harina fina y con ella hornear pan.

Parece que tan refinada repostería no se llevó a cabo (o al menos eso dice la historia), pero ahí quedó el apunte y la receta para el futuro.
Resultado de imagen de huesos humanos

Ahora que cada vez más cadáveres son incinerados, tal gastronomía podría invertir las preferencias, e incluso, siendo aún más macabros, ya que también se está poniendo de moda el consumo de insectos, algo se podría hacer con los gusanos que dejan los huesos mondos y lirondos.

Habría que preguntar a los sumos sacerdotes del veganismo qué opinan al respecto.

lunes, 4 de noviembre de 2019

Hogar, dulce hogar.


De siempre los inventos que se han empleado para usos militares con el tiempo han acabado beneficiando a la industria civil, ya sea en las mejoras que han recibido los aviones militares y que luego han pasado a las aeronaves de pasajeros o de los tanques a los automóviles.


También inventos que se han añadido a máquinas industriales, han acabado incorporados a pequeños electrodomésticos caseros, como ha sucedido con el microondas.


Y supongo que con el tiempo, una medida de seguridad que se usa en los bancos, acabará en los edificios residenciales en todo el mundo.


Me refiero a ese dispositivo simple que te permite operar con tu cajero con el pestillo cerrado cuando estás fuera de horario de oficina. Quien quiera acceder al cajero tiene que esperar a que tú acabes con tus operaciones, y así evitas indiscreciones, que te metan prisa y posibles robos.


Pues algo así se acabará imponiendo en los portales de todos los edificios de vecinos. De esa manera se acabarán esas carreras por introducirse en el ascensor para evitar compartir el viaje de ascenso, con esos segundos embarazosos en que sólo acertamos a hablar del tiempo que hace o en que evitamos entablar conversación mirando la propaganda que acabamos de sacar del buzón, o simplemente nos ponemos a mirar con sumo detenimiento las paredes del artefacto que nos lleva al hogar, dulce hogar.


Tal vez haya vecinos que no estén de acuerdo, y prefieran que todo siga como siempre, y que aprovechen esos pequeños viajes para enterarse de las vivencias del resto de los vecinos, poderlos observar más detenidamente para luego comentárselo a otros vecinos o para que todo el mundo sepa lo disconforme que está acerca del estado de limpieza del edificio o lo que le molesta el ruido que hace otro vecino del que desconocíamos la existencia.


Pero como estamos en una democracia, se vota en la próxima reunión de vecinos, y se decide por mayoría simple si se instala o no ese pestillo que hasta que no cerramos el ascensor no deja entrar a otro vecinos para disfrutar de él, y si no, que suba por la escalera.