Me imagino a un cándido chino, residente en Wuhan, ciudad de más de 11 millones de habitantes. Devoto de la astrología, escuchando a Sun-Man fung Peter, uno de los más prestigiosos consultores de geomancia, arte adivinatorio consistente en interpretar las líneas, círculos o puntos trazados en la tierra, quien preguntado qué va a pasar en el próximo año chino, ha respondido que para evitar los pesares durante el año venidero, lo que tiene que hacer es viajar.
Así que, dicho y hecho, agarra la maleta, sale de casa... y se encuentra con que la ciudad entera está en cuarentena, así que, media vuelta y a aguantar los coronavirus en casita.
Y es que han tenido puntería los virus coronados dichosos. Justo en el Año Nuevo chino, cuando ingentes multitudes se mueven, congregan, cocinan e intercambian de todo.
Y además teniendo en cuenta que con aquello de la globalización, un chino contagiado del virus puede estar tranquilamente en cualquier punto del globo al día siguiente.
Claro, que siempre queda pensar que se trate del truco recurrente de las grandes farmacéuticas para causar el pánico mundial, sacar un remedio de la nada que generalmente no cura nada y sacarse unos millones de dólares de la chistera.
De todas maneras, teniendo en cuenta los estragos que hizo por Europa la rata allá por el siglo XIV, este año podían haber tocado otro animalillo. Se veía venir.
La Sentencia.
Hay que ir adelante, avanzar. Cuando te encuentres un traidor llámale traidor. Cuando te encuentres un ladrón, llámale ladrón. Cuando te encuentres un cobarde, llámale cobarde. Siempre adelante, hasta encontrar el sepulcro del hombre que nos va a rescatar en los luceros. Miguel de Unamuno.
lunes, 27 de enero de 2020
domingo, 19 de enero de 2020
Distorsión.
Parece ser que la primera sesión del Congreso de los diputados esta legislatura fue todo un espectáculo. Los recién elegidos ocupando sus escaños a la carrera, buscando los lugares de más relumbrón, allí donde sabían que las cámaras les iban a enfocar más a menudo, y poco falto para que tuvieran que resolver las asignaciones por la fuerza física.
Y es de suponer que algo parecido habrá parecido a la hora de ocupar los lugares en la mesa del Consejo de ministros, donde lo único claro es que el Presidente del gobierno ocupa la cabecera, pero algo influirá la importancia de la cartera de la que se disponga.
De todas maneras, supongo que con tanto personal sentado a la mesa será difícil que lo que uno diga sea escuchado por todos, porque no parece que esa mesa disponga de un sistema de megafonía, y pasara como con las comidas de empresa: Se acabarán montando grupitos donde se acabará hablando de todo y de nada.
Y teniendo en cuenta la falta de experiencia de algunos ministros me imagino que las instrucciones que finalmente lleguen a los secretarios de estado y demás jerarcas de cada ministerio acabaran siendo parecidas a aquellas del juego de teléfono averiado, donde cada jugador va repitiendo al siguiente lo que le ha dicho el anterior, con lo que la frase inicial en nada se parece a la que recibe el jugador final. Todo distorsión.
lunes, 13 de enero de 2020
Miedo al castigo.
He vuelto hace un momento del
aeropuerto, y he comprobado como en las colas de embarque los pasajeros andaban
preocupados ante la eventualidad de que sus voluminosas maletas se pasaran de
peso o medida, exponiéndose a una tasa extra o tener que dejar el bulto en
tierra.
Cuando ha comenzado el embarque
había tal aglomeración de pasajeros y falta de tiempo, que se ha procedido a la
facturación sin medir ni pesar. Todo ello para la desesperación de más de uno
que habrá dejado cosas sin meter en la maleta.
Supongo lo anterior es algo que
sucederá habitualmente, y las autoridades cuentan con que la inmensa mayoría de
los pasajeros no se arriesgarán.
Ayer leí que algo parecido sucede
en Corea del Norte. Allí todo está absolutamente controlado, incluso la
actividad con los pocos móviles de que se dispone. El acceso a internet está
bastante capado y limitado, pero siempre queda hacerse con una tarjeta SIM en
el marcado negro y poder acceder a contenidos prohibidos. Pero el Estado
omnipotente de vez en cuando procede a controlar la actividad que uno hace con
sus teléfonos y si comprueba que se está
visitando webs no autorizadas a uno se le puede caer el pelo. Y eso allí
no es ninguna nimiedad.
También sabe los norcoreanos que
es imposible que el Estado puede acceder a todos los teléfonos las 24 horas del
día. Pero siempre cabe la posibilidad de que te toque la china, y por eso la
inmensa mayoría se reprime.
Pero en el tráfico español sucede
totalmente lo inverso. Las carreteras están plagadas de radares, coches de la
Guardia Civil, helicópteros y hasta drones, pero las burradas se siguen
cometiendo a mansalva.
Y es que, conociendo la
mentalidad del conductor medio, hasta que no se instale en todos los vehículos un
tacógrafo o chip que se chive de las infracciones cometidas, las buenas
conductas no van a llegar al asfalto patrio.
Solo nos salvará el saber que el
100% de las faltas van a ser penalizadas. Y aún así, alguna caerá.
domingo, 5 de enero de 2020
Templo.
Me escribe un amigo, socialista acérrimo, todo soliviantado, furibundo e iracundo, bramando porque las Derechas, así en plural, andan acomodadas en el Parlamento, que es el Templo de la Soberanía Popular, sí, así de cursi.
Mi primera imagen mental ha sido la necesidad de un Jesucristo que, látigo en mano, sacudiera una buena mano de latigazos y limpiara de mercaderes inocuos el Templo. Insisto en lo de inocuo, porque al igual que habría samaritanos malvados, también habría en Jerusalén mercaderes y publicanos honrados y moralmente irreprochables.
Pero la malevolencia se ha impuesto a la benevolencia, y dicha imagen ha sido sustituida por la necesidad de un Sansón que amarrado a una columna del Templo y, recuperadas sus fuerzas, echara todo abajo en plena fiesta de la Democracia.
Ahora solo falta una Dalila y unas tijeras.
Mi primera imagen mental ha sido la necesidad de un Jesucristo que, látigo en mano, sacudiera una buena mano de latigazos y limpiara de mercaderes inocuos el Templo. Insisto en lo de inocuo, porque al igual que habría samaritanos malvados, también habría en Jerusalén mercaderes y publicanos honrados y moralmente irreprochables.
Pero la malevolencia se ha impuesto a la benevolencia, y dicha imagen ha sido sustituida por la necesidad de un Sansón que amarrado a una columna del Templo y, recuperadas sus fuerzas, echara todo abajo en plena fiesta de la Democracia.
Ahora solo falta una Dalila y unas tijeras.
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