La Sentencia.

Hay que ir adelante, avanzar. Cuando te encuentres un traidor llámale traidor. Cuando te encuentres un ladrón, llámale ladrón. Cuando te encuentres un cobarde, llámale cobarde. Siempre adelante, hasta encontrar el sepulcro del hombre que nos va a rescatar en los luceros. Miguel de Unamuno.

domingo, 25 de marzo de 2018

Orgullo vs. humildad.

Qué difícil es llegar a la perfecta combinación entre el legítimo orgullo y la perfecta humildad. A menudo excederse en uno de los dos extremos es llegar a la petulancia o a la falsa modestia, y ambos extremos son una fuente de enemigos más frecuente de lo que se cree.

Winston Churchill oscilaba entre ambos polos con una facilidad inusual. Se le comentó lo sumamente humilde que era Atlee, su adversario laborista, y Churchill, sin cortarse un pelo, espetó: "Tiene razones para ello."

En otra ocasión, y tras haber sido sonoramente derrotado en las urnas, la reina se propuso condecorarle por los servicios prestados a la patria, y él, sonriendo, rehusó alegando que no le parecía apropiado que fuera premiado aquel a cuyos compatriotas le acababan de propinar tan fuerte puntapié.

Por mucho que digan los sabios orientales que hay que mantenerse en el justo medio, viendo lo sumamente difícil que es, se ve más factible el ir dando una de cal y otra de arena, para ir obteniendo una media más o menos aceptable.


lunes, 19 de marzo de 2018

M.B.E.

Es curioso cómo el ser humano es capaz de cualquier cosa por el orgullo que proporciona el ser honrado con un titulo nobiliario o una medalla, que al fin y al cabo tampoco es que proporcionen mucho beneficio sustancial hoy en día.

La reina Isabel II otorgó a los Beatles la orden del imperio británico, medalla que después de todo es la última del escalafón de condecoraciones británicas, aunque da derecho al uso del tratamiento de Sir, que tampoco parece que sea muy útil que digamos.

John Lennon al saberlo comentó que pensaba que esas cosas se daban por manejar tanques y ganar guerras, pero que, bueno, la aceptaba.


Muchos que ya habían sido premiados se indignaron por tal concesión y se apresuraron a devolver sus medallas.

Al saberlo, fue el beatle el que se enfadó, y dijo que al menos ellos tocaban para que la gente disfrutara y no se la daban por matarla.

Pasó el tiempo y cuatro años después Lennon decidió devolver su premio en protesta por el apoyo británico a la guerra de Vietnam, la guerra de Biafra y por la censura existente sobre sus canciones.

Aquello provocó que muchos de los que habían devuelto sus medallas por la concesión al beatle, pidieran que les fueran devueltas, ya que se había vuelto a la normalidad.

Y para remate, al cabo de los años se andaba buscando la dichosa condecoración para ser expuesta en un museo para goce de los fans de John Lennon, pero se ha de tener en cuenta que es una medalla que en puridad no le pertenece, y vaya usted a saber si es la auténtica.

domingo, 11 de marzo de 2018

Salote

El humor británico ha tenido siempre su distinción y elegancia, aunque ciertamente no se puede decir que se halle dentro de lo que se viene a definir como políticamente correcto. Y supongo que, como sucede con tantas cosas a lo largo del ancho mundo, estará al borde de la extinción precisamente por la dictadura de lo políticamente correcto.

Pero siempre quedarán los recuerdos del pasado para que, cuando alguien lo crea conveniente, pueda ser rescatado del olvido.

Un ejemplo lo claro se puede encontrar durante la ceremonia de coronación de Isabel II en 1.953, evento al que acudieron Jefes de Estado, políticos y celebridades de todo el mundo. Entre ellas estaba la reina Salote de Tonga, una buena mujer, obesa como pocas y que era llevada en un carro descubierto tirado por caballos pese a que estaba lloviendo a cántaros. El público que atestaba las calles se dio cuenta de que alguien, diminuto en comparación, acompañaba a la mojada monarca y preguntó en voz alta: ¿Y ese quién es?, y el típico chusco contestó: ¡Ese es su almuerzo!, comentario que corrió como la pólvora y hasta repitió el comentarista de la retrasmisión televisiva.

Hoy en día, el periodista hubiera perdido su puesto y el autor de la frase se hubiera librado de la hoguera porque es difícil montar una cuando está lloviendo, que si no...
(En la imagen ni siquiera se ve el almuerzo)