Es curioso cómo el ser humano es capaz de cualquier cosa por el orgullo que proporciona el ser honrado con un titulo nobiliario o una medalla, que al fin y al cabo tampoco es que proporcionen mucho beneficio sustancial hoy en día.
La reina Isabel II otorgó a los Beatles la orden del imperio británico, medalla que después de todo es la última del escalafón de condecoraciones británicas, aunque da derecho al uso del tratamiento de Sir, que tampoco parece que sea muy útil que digamos.
John Lennon al saberlo comentó que pensaba que esas cosas se daban por manejar tanques y ganar guerras, pero que, bueno, la aceptaba.
Muchos que ya habían sido premiados se indignaron por tal concesión y se apresuraron a devolver sus medallas.
Al saberlo, fue el beatle el que se enfadó, y dijo que al menos ellos tocaban para que la gente disfrutara y no se la daban por matarla.
Pasó el tiempo y cuatro años después Lennon decidió devolver su premio en protesta por el apoyo británico a la guerra de Vietnam, la guerra de Biafra y por la censura existente sobre sus canciones.
Aquello provocó que muchos de los que habían devuelto sus medallas por la concesión al beatle, pidieran que les fueran devueltas, ya que se había vuelto a la normalidad.
Y para remate, al cabo de los años se andaba buscando la dichosa condecoración para ser expuesta en un museo para goce de los fans de John Lennon, pero se ha de tener en cuenta que es una medalla que en puridad no le pertenece, y vaya usted a saber si es la auténtica.