La Sentencia.

Hay que ir adelante, avanzar. Cuando te encuentres un traidor llámale traidor. Cuando te encuentres un ladrón, llámale ladrón. Cuando te encuentres un cobarde, llámale cobarde. Siempre adelante, hasta encontrar el sepulcro del hombre que nos va a rescatar en los luceros. Miguel de Unamuno.

lunes, 29 de noviembre de 2021

Mensajes sobre la pista.

  Este sábado pasado me tragué el partido de tenis entre Suecia y Kazajistán en el Madrid Arena. Con el nuevo formato dado a esta competición, me supuso ver unas seis horas de tenis. Casi nada, así que uno se podía dar cuenta de todos los detalles del partido: la “coreografía” de los recogepelotas, los gritos de los jugadores, o que los suecos a menudo hablaban entre ellos en inglés mientras que los kazajos también se animaban en ruso. Cosas de los que disfrutan de la condición de poliglotas. los diálogos entre los jugadores.

Pero un detalle que me llamó la atención es como las nuevas tecnologías también han influido en los gestos de los jugadores. En el partido de dobles, los jugadores tienen que comunicarse sus estrategias como cómo van a hacer el saque, a donde se debe desplazar el que resta, etc.

Eso es algo que ha pasado en toda la historia del tenis, pero me llamó la atención que para hablar entre ellos, los jugadores se tapaban la boca, por aquello de que ninguna cámara identificase lo que hablaban. Algo impensable hace años, porque no creo que el motivo fuera que la pareja contrincante adivinara lo que conversaban. Harto difícil para los suecos descifrar una charla en kazajo o ruso a casi 24 metros, o para los kazajos hacerse idea de una conversación en sueco, pero nunca se sabe.

A ver cómo los suecos pueden entender que cuando los kazajos se dicen “Qatti soqqui” están pidiendo que el saque se haga con un buen zurriagazo. O “Slå hårt” si son los suecos los interlocutores.

Vamos, que las manos sobran.

domingo, 14 de noviembre de 2021

Stalin.

 

Hace tiempo, Eduardo Garzón, el hermano del ministro de consumo, economista y profesor ayudante en la Universidad, sostenía que el dinero era un invento, y que por tanto se podía crear sin límites. Vamos, que por muy economista que sea, hacía dudar de qué había aprendido y qué enseñaba.

Pero, claro, es de suponer en qué fuentes debió beber cuando aprendía lo que hoy suelta por doquier por unas cuantas tertulias televisivas. Me he encontrado con un texto de los años 70, editado por el Comité Central Partido Comunista de España (marxista-leninista), vamos, estalinistas puros. Ahí se sostenía con incontenible orgullo que con Stalin se había logrado que el salario medio pasara de 991 a 1519 rublos, y todo ello manteniendo fijos los precios (a ver quién era el guapo que se le ocurría subir ni un solo decimal) y haciendo que toda la industria adoptara la jornada de 7 horas. El resultado final quedó algunas décadas a la vista, y lo curioso es que, según el mismo texto, todo se lograba sin coacción de ningún tipo, ya que el mismo Stalin, en relación con los campesinos y cómo hacer que aumentaran su producción, había escrito: “Aquí con los métodos violentos no es posible en sustancia obtener nada… Aquí actuar con la violencia quiere decir arruinarlo todo.”

A ver si va a resultar que todo lo que se ha dicho sobre lo malo que era Stalin era una terrible mentira y que la URSS se fue al garete porque era demasiado blando.

domingo, 7 de noviembre de 2021

Nucleares.

 Andan muchos medios de comunicación indignados porque Biden, promoviendo la protección al Medio Ambiente ha ordenado reducir a la mínima expresión la extracción de petróleo en todo el territorio de EE. UU.

En cambio, el presidente norteamericano exige furibundo que los países exportadores de crudo aumenten su producción. Algo necesario para que baje el precio de los barriles que debe exportar por tan curiosa estrategia.

Pero esos medios de comunicación no se aperciben de que en territorio patrio tenemos un caso muy parecido.

Desde hace años se van cerrando centrales nucleares y no se construye ninguna. Eso exige que debamos importar electricidad procedente de las centrales nucleares que Francia sí tiene abierta, y que le da pingues beneficios.

Si el afán de cerrar centrales es por aquello del peligro de un accidente, el caso del accidente de Chernobyl nos recuerda como la nube radioactiva no respeta demasiado las fronteras nacionales, y si algo así sucede en Francia, nos veríamos afectados prácticamente al instante.

Más vale que nos dejemos de preocupar de gasoductos magrebíes, tan inestables ellos, y reactivemos las centrales que ya tenemos construidas. A ver qué gobierno descubre algo tan obvio.