No hay nada nuevo bajo el Sol, es algo evidente. Incluso las cuestiones éticas acerca de lo que se debe o no comer no son de ahora. Ya la Biblia habla de comidas puras e impuras, papel que ahora parecen haber asumido los veganos.
Una de esas peliagudas cuestiones ya surgió en 1595, concretamente en París. La ciudad se hallaba asediada y sus habitantes la estaban pasando canutas ante la carencia de alimentos, y en tal tesitura se sugirió por algunos, los más hambrientos y desesperados, meterse en un cementerio, molerlos hasta convertirlos en harina fina y con ella hornear pan.
Parece que tan refinada repostería no se llevó a cabo (o al menos eso dice la historia), pero ahí quedó el apunte y la receta para el futuro.
Ahora que cada vez más cadáveres son incinerados, tal gastronomía podría invertir las preferencias, e incluso, siendo aún más macabros, ya que también se está poniendo de moda el consumo de insectos, algo se podría hacer con los gusanos que dejan los huesos mondos y lirondos.
Habría que preguntar a los sumos sacerdotes del veganismo qué opinan al respecto.
Pues cualquier momento vemos algo de eso, no me extrañaría.
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