Hace ya tiempo conversaba con un amigo que vivía entre España y un país sudamericano. Me comentaba que hacía poco se había hecho una casa allí, se había hecho una pequeña casa de campo.
Para ello contrató una cuadrilla, que el primer día le
preguntó que dónde estaba la gallina. Él no sabía a qué se referían, si tal vez
era una forma de denominar a un sobrepago o qué era eso.
Al fin descubrió que antes de comenzar la obra, tenían que
sacrificar una gallina y sepultar sus restos entre los cimientos de la nueva
casa.
Él dijo que no creía en eso, y que no iba a haber gallina,
que no era necesario. Ellos respondieron que, sin sacrificio, no había obra. Que
era para el bien de la casa, pero también para que ellos no tuvieran percance
alguno.
Buscó otras cuadrillas, y no le quedó más remedio que
aceptar el sacrificio.
Algo así ha debido haber durante la búsqueda de los niños perdidos
en la selva colombiana. Se ha podido ver a los soldados que iban a buscar a los
extraviados, haciendo una ceremonia pera pedir a la Pachamama, diosa inca de la
tierra, permiso para penetrar en la selva.
La misión ha tenido éxito y los niños han aparecido. Pero al
mismo tiempo se ha sabido que el perro que participaba en la búsqueda se ha perdido.
Ahora lo van a buscar, aunque tengo la ligera sospecha de que el pobre haya
acabado con víctima propiciatoria.
Ahora, junto a los médicos del hospital donde están, les cuidan los chamanes que les proporcionan también hierbas medicinales.
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