Disuasión.

Cada vez parece más claro que Rusia anda detrás de las campañas de desinformación que atizan a Occidente cada cierto tiempo cada vez que hay elecciones, convulsiones políticas  o algún acontecimiento trascendental. Hasta tal punto, que el Servicio de Inteligencia ya tenía previsto un protocolo de actuación por si durante la última boda de la familia real, cuando el clérigo preguntara si alguien tenía algo que objetar, se escuchara con acto ruso un sonoro Da!

Pero parece que las cosas no han llegado a este ese punto. Lo mismo no ha sucedido porque en realidad la novia es una espía rusa infiltrada. Cosas más raras se han visto.

Pero tampoco es para rasgarse las vestiduras. Durante la Guerra Fría la desinformación fue una constante en la actividad del bloque soviético, pero tampoco el bloque capitalista se quedaba atrás con emisiones radiofónicas, panfletos introducidos subrepticiamente y favoreciendo la creación de imprentas clandestinas para los disidentes del régimen.

Simplemente los de aquí tienen que volver a responder con la misma moneda, echar una manita a los pocos disconformes con Putin, azuzar un poco las regiones separatistas con Rusia y hacer ver al Kremlin que le interesa bajar un poco la presión.

Fue lo que se hizo con el armamento nuclear, y al final ningún misil voló sobre el muro de Berlín.