A raíz de la muerte del presidente Bush, las diferentes
emisoras se han hartado de emitir imágenes de archivo donde aparecía el finado
con personajes públicos de todo tipo. Me ha llamado la atención un personaje que
se repetía.
Y es que al igual que hay por ahí historias por internet
donde se ve la reina Isabel II departiendo con los diferentes presidentes
estadounidenses, casi en la misma proporción se veía a Henry Kissinger , que
con sus 95 años aún sigue vivito y coleando –bueno, con esa edad no creo que
colee mucho-
Ya no se utiliza mucho la diferenciación de los políticos
entre palomas y halcones, pero recuerdo que éste entraba en la categoría de
halcón con diferencia.
Y realmente en todos los ámbitos de la vida se podría dar
esas categorías de palomas y halcones. Hasta en teología las haya.
Recientemente leía un articulo donde un teólogo exponía que
si los no creyentes iban al infierno, no era alto tan injusto. Según su punto
de vista el infierno consiste en la no presencia de Dios, el no creyente no
desea la presencia de Dios y al morir tendría lo que querría, siendo el
infierno nada más que la no presencia de Dios. Así todos estarían contentos.
Pero se me ocurre que eso serviría con los no creyentes de buen talante, pero
luego estarían los no creyentes de currículum malvado. A los que supuestamente
no habría que dar satisfacción. Tal vez una forma de castigarlos sería
llevarlos al Paraíso, en presencia de Dios, para que sufrieran. Todo ello con
la sorpresa e indignación de los creyentes intachables que ya estarían allá.
Tal vez servirían para castigar a los creyentes no tan intachables con derecho
a localidad en el cielo pero a los que se castigaría provocándoles cierto
enfado y sofoco al ver a esos indeseables en su presencia.
Al igual que la urbanización selecta de La Moraleja tiene
varios sectores de diversa categoría, así el Cielo tendría una especie de
castas en función de los méritos de los difuntos y también por disposición del
libre capricho del Creador.
En ese caso no haría falta el infierno, y bastaría con un
lugar único donde todos anduvieran mezclados, disfrutando uno más que otros en
función de cómo percibieran la presencia o no de Dios y soliviantándose o no
ante la forma diferente forma de pensar del prójimo y sus pecados y buenas
acciones. Y se me pone la piel de
gallina al pensar que esa combinación de Cielo-Infierno fuera el mundo en que
nos movemos ahora mismo.
Lo único que desbarataría tan disparatada teoría sería que
todos, tarde o temprano, acabamos sucumbiendo ante la muerte, y se supone que
ni Cielo ni Infierno contienen almas con fecha de caducidad. Un alivio…de
momento.
Me pregunto a dónde van entonces los que no creen en Dios, pero tampoco en el diablo.
ResponderEliminarEn esas cuestiones pasaban el tiempo los habitantes de BIZANCIO o bizantinos. Y lo que consiguieron fue que el turco Medmed se los tragara.
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