Hay tal afán por conservar la salud y mantenernos bellos y esbeltos, que ya no sabemos ni a qué recurrir.
Este fin de semana leía acerca de
la maderoterapia, que como su nombre indica, trata de los supuestos efectos terapéuticos
del contacto de la madera con el cuerpo humano.
Había oído cosas similares de las
piedras, el chocolate, el vino (por fuera), el barro, etc., así que ahora le toca
a la madera.
Tan efectiva no debe ser tan
noble materia, pues durante siglos se ha enterrado a los difuntos en féretros
de madera, y nunca se ha oído de ninguno que sanara y volviera a la vida. Y en
tiempos pasados más de uno ha pasado a mejor vida en la hoguera, sin que la
madera en que era abrasado le reportara beneficio alguno.
También se le podía preguntar al
bueno de Sancho, que a lo largo del libro es apaleado en alguna que otra ocasión,
y Cervantes no nos dice que se rebajara su obesidad o la halitosis pertinaz que
padecía.
Y qué decir del gremio de los
carpinteros, que más contacto que ellos nadie tiene con la madera. Nunca se ha oído
que sean especialmente longevos o que gocen de una salud excepcional. Tal vez
la única excepción sería Jesucristo, carpintero, pero que casualmente murió en
una cruz, y al resucitar no fue en una caja de madera, sino en un frio sepulcro
de piedra. Y las pedradas, bien dirigidas, también se han llevado unos cuantos
por delante.
Pues nada, todo indica que se
trata de otra estafa bien planeada.
Pues tiene toda la pinta.
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