Hoy en día pocos son los usuarios
de transporte público que realizan sus viajes desaprovechando el tiempo. La
mayoría se enfrascan con sus móviles, leen, charlan con alguien o dormitan
placenteramente. Vamos, que pocos son los que están atentos a su entorno.
Viene esto a colación por las
plazas reservadas a minusválidos, plazas que a menudo son motivos de
conflictos, discusiones y enfrentamientos.
Ayer mismo vi como una mujer hizo levantarse a otra al decirla que era
minusválida y le tenía que ceder el asiento. La que reclamaba lo hizo un tanto
bruscamente y la sentada cedió un tanto escéptica. Ante tal actitud la “usurpadora” rebuscó ofuscada
entre sus papeles un documento que, al parecer, atestiguaba su condición de minusválida.
Cuando lo encontró se lo quiso mostrar
a la dubitativa, la cual, con dignidad, no le dirigió la mirada ni al papel ni
a su titular, lo cual encolerizó más aún a ésta, e hizo que al resto de
viajeros no nos cupiera ninguna duda acerca de la minusvalía de la señora (de
unos 50 años): sin duda debía ser mental.
Yo por precaución procuro evitar
sentarme en plazas reservadas para evitar luego pleitos y problemas de apreciación.
¿Cuándo se empieza a ser viejo?, ¿está gorda o simplemente no cuida la dieta?,
etc.
Además suele suceder que al
entrar un anciano, embarazada, madre con bebé en el vehículo se le ofrece el asiento, el
interpelado responde que no, gracias, que no hace falta. Pero a continuación,
los nuevos pasajeros sólo ven que alguien está ocupando la plaza reservada y
hay alguien con derecho a ella de pie.
Debería ser obligatorio que el
que tenga derecho a ocupar esa plaza, la ocupe, y si no, que no se suba.
Lo verdaderamente calamitoso es que dejes el coche estacionado, por despiste, en ZONA RESERVADA A INVALIDOS.
ResponderEliminarPara pagar la multa hay que recurrir a hipotecar la casa.
Aquí se mezclan otras cosas, como es la cada vez más presente mala educación de algunos.
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