Hace muchos años leí un artículo
acerca de un maestro que utilizaba el fútbol para enseñar Geografía a sus
alumnos. Aprovechaba los enfrentamientos de cada semana para ubicar los equipos
en el mapa, marcar los ríos, montañas y localidades que el equipo debía
atravesar en su desplazamiento, etc.
También lo empleaba para desentrañar
los misterios de la Aritmética usando la tabla de la clasificación, la
Geometría trazando los movimientos del balón y Física describiendo como las
patadas influían en la pobre pelota.
Pero no recuerdo que usara el
balompié para instruir acerca de ideologías políticas. Y eso que también el
deporte rey puede desasnarnos con mucha precisión.
A raíz de la invasión putinesca
he recordado el caso del jugador ucraniano Roman Zozulia, el cual fue repudiado
por los bucaneros del Rayo Vallecano, y todo porque hace años defendía en las
redes sociales las posiciones del gobierno ucraniano y se oponía a las pretensiones
rusas.
Se le calificó de nazi, fascista,
racista, hitleriano y demás lindezas. Creyendo ser ciertas las afirmaciones de
hinchada tan antifascista consulté en Wikipedia la entrada referida al
presidente ucraniano, y me he encontrado con alguien que no es militar, que
parece la profesión idónea de cualquier dictador que se precie, que su lengua
materna es el ruso, el idioma que supuestamente querría hacer desaparecer de su
país, y lo mejor de todo: es de etnia judía, mal vamos para un nacionalsocialista
ucraniano.
Todo un ejemplo de hasta dónde puede llegar la estupidez humana.
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