Durante la I Guerra Mundial, reinaba en España Alfonso XIII. España permanecía neutral durante el conflicto, y es sabido que las naciones neutrales durante una guerra pueden hacer sabrosos negocios y disfrutar de variadas ventajas.
Una de ellas que los Ballets Rusos de Daghilev no podía actuar
prácticamente en ningún lugar de Europa, así que recalaron en España amparados
por la protección del monarca.
Actuaron en varios lugares de España y se relacionaron con varios
artistas españoles, de donde llegó a surgir obras que combinaban la cultura
rusa y española.
Pero las giras no acabaron demasiado bien, en pocas de ellas
se llenaron los aforos, e incluso en un traslado, un baúl con partituras y materiales
diversos cayó al mar, perdiéndose para siempre.
Se ha dicho que el público español de la época no estaba
preparado para tanta cultura de sopetón, y que la sobredosis fue excesiva.
Se me ocurre que tal vez también influyó el recelo de los
rusos al mezclarse con los artistas españoles. Estos eran sus sobrenombres
entre tantos: “El Estampío”, “Mate el sin pies”, “La Gabriela del Garrotín”,
etc.
Es de suponer que cuando les tradujeran al ruso los motes,
los rusos quedarían un tanto perplejos.
Al acabar la guerra, los rusos volvieron a su patria y acá
dejaron una retahíla de empresarios arruinados, y El Estampío, Mate el sin pies y Gabriela del Garrotín,
siguieron en sus tablaos.
Suele ocurrir que no es oro todo lo que reluce.
ResponderEliminarAl menos, esos rusos no tuvieron que morir en el frente. Siempre hay que buscarle el lado bueno a las cosas
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