Resulta frustrante saber que este
verano millones de personas se van a quedar sin el viaje de sus sueños, al menos por este
año.
Los habrá que ya tenían pensado
su destino, tal vez hasta ya contratado; otros habrían pergeñado una lista de
posibles lugares donde recrearse durante más o menos tiempo, y otros aún no
habían decidido nada.
Ahora todo parece haberse ido al
garete, y toda opción queda en irse a segundas residencias (los que la tengan)
o la playa para estar más confinados aún que en sus domicilios.
Muchos pensarán que va a ser un
año desperdiciado porque un país, lugar, ciudad o paisaje se va a quedar sin su
honrosa presencia. La vida es corta, y desde luego no da para visitar todo lo
que ha que visitar, y el maldito virus lo ha puesto más difícil.
Pero he pensando en que muchos de
los lugares que he visitado, que tampoco son tantos como yo quisiera, habrán
cambiado con el tiempo. Tal vez no se parezcan mucho a como yo los conocí, y
los que conozca, con el tiempo también irán variando a mejor o a peor, pero
cambiarán.
Eso por no hablar de que cuando
recorres una ciudad tan solo oteas una ínfima parte de su esencia, esencia que
tal vez desconozcan hasta muchos de sus habitantes.
Así que sugiero resignación, nada
de desesperación y pensar en los miles que ya no van a poder hacer ningún viaje.
Habrá que buscarse un destino más
satisfactorio aún el próximo año, con permiso de los chinos.
El que no se consuela es porque no quiere.
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