Se dice que cuando una puerta se cierra, otra se abre.
El inefable ministro de Consumo tuvo a bien pasearse por el
Reino Unido diciendo a todo aquel que quisiera escucharle, que la carne que
exportaba España era de mala calidad y producto de la explotación inmisericorde
de los animales. Algo que, sin duda, verían perplejos y divertidos todos los
ganaderos británicos.
Pero la volátil fortuna ha abierto una oportunidad al menos para
la agricultura hispana. Se ha sabido que el primer ministro, Boris Johnson,
hasta hace poco, celebraba los viernes de vino, cuando al acabar la jornada
laboral, el vino corría a raudales en Downing Street 10.
Y ahí está el detalle. No se trataba ni de Whiskey ni
cerveza, sino vino. Dudo que se tratara de vino británico, prácticamente
inexistente, y probablemente fuera francés, de más calidad y más cercano
geográficamente.
Se trataría de ubicar cada viernes una food truck en la
mismísima puerta de la residencia del primer ministro, ofreciendo caldos españoles.
A eso de las 14 horas locales, se vería como el personal que trabaja ahí, iría saliendo
a abastecerse de buenos vinos españoles. Eso por no hablar de los muchos
turistas que acuden a fotografiar tan famosa fachada.
Eso sí, que la campaña no le sea encomendada a Garzón, que es capaz de decir que se trata de vinos picados.
Se ve que no tiene mucho que hacer en ese ministerio que le han creado.
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