Todos hemos vivido esa situación en que cuando algo no sale como queríamos, y en un momento de desesperación, nos golpeamos o rompemos algo aunque después nos arrepintamos.
Algo parecido puede pasar con
Putin. Al parecer se halla un tanto enfangado en la guerra con Ucrania. Tal vez
esté pensando que en qué hora se metió en semejante embrollo, aunque ahora ya
no puede echar marcha atrás después de tanto muerto ajeno y propio, por no
hablar del ingente gasto de rublos que no cesa.
Para acabar de rematarlo, viendo
como las sanciones económicas le están produciendo más daño del que él
esperaba, no ha tenido otra ocurrencia que decir que si las sanciones siguen,
tendrá que anexionarse Bielorrusia. Algo así como si un pastor que se enfrenta
al lobo feroz no tiene otra ocurrencia que atizarle un bastonazo a su propio
perro, no inadvertidamente, sino totalmente aposta.
Supongo que después de esa amenaza,
algo debería revolverse en la sociedad bielorrusa. Los opositores dirán que
Putin por fin ha desvelado sus verdaderas intenciones, y algún que otro adicto
al régimen comenzará a ver la luz. Eso sí, el que tras eso, siga apoyando a
Lukashenko, ya no cambia de opinión ni aunque se le aparezca la mismísima
virgen María.
Y más de un ucraniano pensará que
Putin podía haber empezado por ahí.
Yo dudo que este hombre utilice la lógica para pensar.
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