Hace poco fue Sant Jordi, y se
pudo ver como una tormenta repentina desbarató puestos, arruinó libros y
ahuyentó visitantes. Un desastre.
Dentro de poco será la feria del
libro de Madrid, y como siempre, se estará ante el temor de que la lluvia lo
complique todo, o tal vez, el calor excesivo también haga retraerse a los
compradores, que prefieran la comodidad de sus hogares para comprar sus libros
online aún a costa de quedarse con las ganas de que sean firmados (ya se
inventará algún método para que los autores firmen sus obras a distancia).
Y allende los mares veo con
envidia la Feria del Libro de Buenos Aires, allí se acercan a los fríos, pero
nada les importa. Eligen para el evento unas naves cubiertas, y problema solucionado.
Los libros seguro que lo
agradecen.
Y algo similar se podría buscar
con las procesiones que cada Semana Santa se han de cancelar por las lluvias en
muchas ciudades españolas. ¿Está lloviendo o hay nubarrones en el horizonte? Pues
todos a procesionar a esos pabellones que suele haber en todas las grandes
ciudades.
Los pasos seguro que lo
agradecen.
La primavera tiene estas cosas, el tiempo es variable y puede hacer de todo en la misma semana.
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