Apañados estamos por Europa. Las revueltas en los países árabes parecen que van llegando a su fin.
Irán y Libia observaban complacidos como otros países islámicos estallaban en llamas llevándose por delante dirigentes veteranos y curtidos en mil batallas, conspiraciones y atentados.
Pero ha sucedido aquello de que quien siembra vientos recoge tempestades, así que cuando han visto que la rebelión prendía en sus sociedades, han plegado velas. Sólo en ese momento los dirigentes del resto de los países árabes han podido aplicar sin medida la represión y veremos como en poco tiempo todo volverá a la normalidad y rutina.
Eso sí, esa represión provocará una buena oleada de exiliados, deportados y expulsados que indefectiblemente acabarán recalando en Europa. Y como suele suceder en estos casos, con estos exiliados vendrán buscavidas, islamistas radicales, delincuentes y potenciales terroristas, que en pocos años harán las delicias de los dirigentes de Teherán y provocarán los crujidos de dientes de todas las Policías europeas.
Así que, reconociendo el derecho de esos represaliados a ser protegidos por Europa de las iras de los dictadorzuelos de turno, pero al menos que los controles sean estrictos, precisos y tajantes.
Que ahora que llegan las últimas olas de estas seudorevoluciones llega a la altura de Marruecos, lo que hemos visto hace poco en la isla italiana de Lampedusa, pronto lo podríamos tener por Ceuta y Melilla.
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