Ayer un camarero chino me comentaba que en su país han sabido lidiar mejor con el asunto del tabaco. Y es que por allá la normativa es totalmente diferente a la que se está imponiendo aquí.
En aquel país se entiende que el que se mete a un bar o restaurante sabe a lo que se expone, a que en la banqueta o mesa de al lado haya alguien fumando. Siempre le queda la libertad de cambiar de ubicación, de bar o simplemente quedarse en la calle.
En cambio el que es perseguido y sancionado con dureza es el que fuma en la calle. Entienden que el no fumador no tiene porque oler los malos humos de otros, y la calle es de todos.
Asimismo es multado con contundencia aquel que ose arrojar una colilla a la calle. En unas ocasiones con sanciones económicas y otras obligándole a barrer la calle.
De esa manera las calles están limpias de humos (salvo la de los inevitables coches), los suelos sin colillas, los dueños de bares y restaurantes contentos, porque cuando un fumador sufre el irresistible deseo de fumar tiene que meterse en uno de sus locales o volver raudo a casa.
En las fábricas y grandes oficinas existen salas para fumadores, pero, eso sí, el tiempo que dediquen al fumeteo lo tienen que recuperar tras finalizar la jornada.
No sé si en este caso también estaremos en un caso de ingeniería social, pero desde luego hay que reconocer que el sistema es más barato, limpio y enfurece menos al personal.
Pekín -o Beijing como dicen los snobs-, es unA de las ciudades más contaminadas del mundo y respirar aire puro es un ejercicio imposible.
ResponderEliminarDicho esto, ni una cosa ni la otra:la ley que existía en España era correcta, justa y no discrimanaba a ndie.
Zonas para fumadores y no fumadores y en los bares pequeños, el dueño decidía que opción tomaba.