En un solo día me encuentro con que mi hija se compra un libro, y para seguir su lectura debe descifrar unas contraseñas para acceder a unos vídeos en Internet con los cuales seguir con provecho y alegría la lectura. Me pregunto qué sucede con aquellos jóvenes que no tengan Internet.
Compramos una cámara de vídeo digital. Comparada con las anteriores que hemos tenido, analógicas, ésta se haya surtida de un buen muestrario de botones, mandos, teclas, etc. que con seguridad valdrán para bien poco, pero que por si las moscas conviene tener alguna noción acerca de su finalidad. Rebusqué entre los cartones que la contenían y no encontré el manual de instrucciones por ninguna parte. Al parecer todas las instrucciones se contienen en un CD minúsculo. Me pregunto qué sucede con aquellos compradores sin ordenador y que quieren grabar sus vídeos en un DVD directamente.
Un familiar decide pedir cita a su médico de cabecera un lunes. Se harta de llamar hasta que por fin consigue que alguien humano entable conversación con él. Manifiesta su deseo y se encuentra con que no hay cita hasta después de tres días. Muestra su extrañeza al funcionario, y éste le contesta que los usuarios que tienen Internet piden cita a lo largo del fin de semana, con lo que no disponen de tal servicio no les queda más que las migajas, y a veces ni eso. Tampoco es cuestión de hacer a un señor de 78 años meterse en un locutorio.
Es evidente que las nuevas tecnologías son imparables, pero tampoco costaría mucho reservar una cuota de citas para aquellos que la soliciten por teléfono o personalmente, incluir un pequeño manual de instrucciones impreso, aunque sea de modo optativo, o que aquellos libros que sean completados por Internet adviertan de tal circunstancia de forma bien visible en sus portadas.
Tampoco debe ser tan difícil tener algún gesto con el colectivo de los reacios y/o negados a la informática. Hoy que se dan tantas discriminaciones positivas por doquier por una más tampoco se va a notar mucho, claro que lo malo de ésta es que beneficia a los que no están muy dispuestos a dejarse los cuartos en el intento.
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