Muy lejos andamos de que Europa se pueda presentar ante el resto del mundo como un bloque monolítico, unido y eficaz.
No hace mucho una iglesia cristiana iraquí sufrió un brutal atentado instigado por Al Qaeda que provocó más de 50 muertos y numerosos heridos. Poco después el Ministerio de Asuntos exteriores italiano se movilizó para que tres niños, dieciséis mujeres y siete hombres heridos en el atentado fueran atendidos en el policlínico Agostino Gemelli de Roma. Era evidente que no bastaba con condenas verbales y gestos de cara a la galería.
Poco después el Consejo de Ministros de Exteriores preparaba un documento para luchar contra la crisianofobia que se está dando en numerosos lugares. Finalmente no se pudo aprobar el escrito por la oposición de España.
No han trascendido los motivos que haya podido motivar al gobierno español ha rechazar la propuesta de repulsa, aunque tampoco hace falta hacer una gran ejercicio intelectual para imaginárselos: posible ofensa a otra cultura, detrimento de la aconfesionalidad del Estado español, negación del recurso al diálogo constructivo, etc.
Al menos tengo que manifestar que no se ha producido lo que más me temía: que el Ministerio de Asuntos exteriores español emitiera un comunicado instando a los ciudadanos españoles a no viajar a Roma, no fuera que a los islamistas se les ocurriera ir a allí a rematar a los heridos. Que en las películas suele pasar eso a menudo.
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