Me hallaba en la puerta del colegio junto a otros padres esperando para dejar a los vástagos al cuidado de los sufridos profesores, cuando advertimos algo insólito.
Un ciudadano algo talludito él, y que ya que frisaba los sesenta y tantos, se había enfundado un chaleco reflectante y le había dado por regular el tráfico en el único paso de cebra que hay en la puerta del centro.
Cuando se aproximaba un vehículo miraba si había algún peatón dispuesto a cruzar. Si divisaba alguno levantaba el brazo y hacía parar al automóvil con un gesto de árbitro más que de guardia urbano (se le echaba en falta el silbato de todas maneras), si no había nadie, pues daba paso con gesto condescendiente y hasta paternal diría yo.
Apunte yo a los que me rodeaban la conducta del aspirante a semáforo y ya todos nos fijamos en él.
Hubo quien apunto que debía tratarse de un chalado que le había quitado el chaleco al yerno y que seguramente se trataba de un policía municipal jubilado.
Otro añadió que tal vez se tratara de alguien que penaba un castigo de esos que se estilan ahora de servicios a la comunidad, que aquí con tal de copiar a los americanos hacemos lo que haga falta.
Alguien suspiró porque lo que motivo el castigo no fuera nada relacionado con la pederastia, lo que no dejo de motivar cierta incomodidad entre el personal.
Indiqué yo que tal vez fuera por algo de tráfico. Nada más que por decir algo.
Con insidia aventuró otro que tal vez fuera a provocar un accidente o un atropello si no tenía autorización para ello y nadie le había explicado como funcionaba aquello.
Se sugirió que tal vez fuera un anciano abandonado, aunque no estuviéramos en temporada de ello, que eso es más de Verano y Semana Santa, pero siempre hay excepciones.
Se comentó que cuando paraba a los coches lo hacía con un gesto algo chulesco, y que iba a tener algún problemilla si seguía con esa actitud.
Se dio por zanjado que el andova debía haber tenido alguna pelea de tráfico y era por lo que estaba purgando en ese paso de cebra olvidado de la mano de Dios.
Alguien desenfundó el teléfono con gesto resuelto para grabarle y tener pruebas y constancia de lo que estaba pasando, no fuera que tuvieran que intervenir las autoridades pertinentes con posterioridad.
Y afortunadamente abrieron las puertas del colegio, porque si no el del chaleco hubiera acabado linchado.
Espero con impaciencia el lunes...
...pero allí estaba, salvaguardando la vida de los más pequeños....
ResponderEliminarSaludos.