Flaco favor.

Uno de los muchos defectos de que adolezco es ser totalmente ignaro en las cuestiones cinematográficos. No es que no me guste el cine. Alguna película que otra veo, y puede ser que la disfrute o huya de ella como la peste. De todo hay. Aunque manifiesto que prefiero ser invitado a un estadio de fútbol que a una sesión de cine. Las cosas como son.

Desconozco el nombre de la inmensa mayoría de los actores, de las películas en que han participado y más aún los premios que se han llevado o dejado sin llevar.

Aun así me llama la atención la propaganda con que nos bombardean los canales públicos acerca de los próximos premios Goya.

Es de todos sabido que allí donde el ganador se decide mediante jurado no tarda en nacer la suspicacia. Es distinto cuando el ganador se decide consiguiendo más tantos, más velocidad, más resistencia o algo que se pueda medir objetivamente. Pero si la victoria se otorga dependiendo del agrado de un jurado más o menos numeroso, mal asunto. Y en cuestión de cinematografía no podía ser menos.

Seguramente por ello a alguien se le ocurrió que a los ya de por si desprestigiados premios Goya (que no sé qué tendrá que ver Goya con el cine) se podría hacer algo. Y la solución ha venido en que uno de los patrocinadores de estos galardones es Loterías y Premios del Estado. Como dando indicar que hay puede ganar cualquiera y que sobre todo premia la objetividad.

Pero el mensaje que se puede captar que sí, que cualquiera puede ganar un premio Goya, que da igual la calidad, el público que haya asistido a los cines para ver la película y sin tener en cuenta todas las subvenciones públicas que haya recibido para grabarla.

Me pregunto si el próximo viernes, al echar mi quiniela, encontraré también boletos para pronosticar qué películas van a ser premiadas.